La gran separación

¿Por qué vivo?

Su vida no es un juego y no es inútil.

Todos fuimos creados por Dios con un solo propósito: Glorificar a Dios.

Somos llamados para adorar y amar a Jehová, cada momento de nuestra vida. Porque él es digno de ser amado y honrado. Somos llamados a vivir una vida de perfecta obediencia hacia él. Haciendo su voluntad, siempre.

Isaías 43:7; Apocalipsis 5:12; Salmo 136:1; 1 Corintios 10:31; Jeremías 7:23; Gálatas 3:12; Marcos 12:30.

¡Pero eso es imposible!

Si, es verdad. Para nosotros es imposible amar y adorar a Dios cada momento de nuestra vida. No vivimos como Dios quiere.

Cada día hacemos lo contrario. Desobedecemos a Dios. Entonces, a menudo hacemos lo que Dios no quiere que hagamos.

La Biblia llama a esto ‘pecado’. El pecado es desobediencia y rebelión contra Dios. Pecar es deshonrar a Dios. Al pecar, fallamos ante el propósito de nuestra vida.

Con nuestros pecados, que cometemos al actuar, pensar, hablar, y al no hacer lo que deberíamos hacer, deshonramos a Dios y mostramos que no le amamos.

Cometemos pecados diariamente, porque pecar es parte de nuestro ser. Somos pecadores. Ser pecadores es nuestra naturaleza.

Romanos 3:10-18, Romanos 3:23, Mateo 19:17, Isaías 59:2,
1 Juan 1:10, 1 Juan 3:4, Isaías 64:6.

¿Dios nos creó como pecadores?

Claro que no. Dios es perfecto y solo puede crear cosas buenas. Nos creó perfectos, buenos, sin pecado.

El problema es que la humanidad dejó a Dios. Nuestros primeros padres, Adán y Eva, pecaron contra Dios deliberadamente. Desde ese momento, cada ser humano nace como pecador.

El pecado es como una enfermedad. Todos estamos contaminados con la inclinación a elegir lo malo por encima de lo bueno. Haciendo y pensando cosas pecaminosas.

Puede ver que eso es verdad en la vida diaria. Nos cuesta mucho esfuerzo hacer algo bueno. Pero hacer algo malo es muy fácil para cada uno de nosotros.

Génesis 1:27-31, Génesis 3, Salmo 51:5, Romanos 3,
Romanos 5:12-19, 1 Corintios 15:21-22.

Pero yo vivo más o menos bien…                        

Así pensamos a menudo. Es porque siempre hacemos una comparación con personas que viven peor que nosotros.

Lo que necesitamos es juzgarnos según la Biblia. Nuestra opinión no es importante. Es importante lo que Dios dice acerca de nosotros.

La Palabra dice que no hay nadie que sea bueno. No hay un justo, ni siquiera uno.

Dios nos llamó para que vivamos haciendo y pensando siempre lo bueno. Dios nos llamó también para que lo amemos siempre por encima de todo.

Si somos honestos, no hay nadie que pueda decir de sí mismo que ama a Dios siempre por encima de todo y que siempre obedece a Dios.

1 Pedro 1:15-16, Romanos 3:11 y 19, Mateo 15:19,
Marcos 12:30 y 31, Mateo 5:20, Mateo 5:27-30.

¿Cuál es la consecuencia de eso?

Por los pecados, causamos una separación grande entre Dios y nosotros. Una brecha insalvable.

Dios es amor. Pero no correspondemos a su amor, más bien, lo rechazamos con nuestra desobediencia. Y eso causa la ira de Dios. Y la ira de Dios es tan grande como su amor. La ira de Dios es amor herido.

Entonces, nuestros pecados causan la ira de Dios y nos hacen culpables. Por los pecados estamos en deuda con Dios. Y por eso, Dios nos castigará eternamente al final de nuestra vida. Porque Dios es justo y santo. No puede tolerar el pecado.

El castigo que merecemos es la muerte eterna. El infierno. Donde deberíamos sufrir por nuestros pecados, bajo la ira de Dios, sin fin.

1 Corintios 6:9-10, Apocalipsis 21:7-8, Mateo 18:8-9, Isaías 6:1-5, Éxodo 34:7, Deuteronomio 4:24, Oseas 1:2, Lucas 13:24-28, Mateo 13:41-42.

¡Pero eso es terrible!

Es verdad. Pero esa es la realidad también. Todos los hombres están en camino a su castigo eterno: El infierno.

Por los pecados, toda la creación está bajo la condenación y maldición de Dios. Todo el mundo está en oscuridad.

Las consecuencias de esa verdad podemos verlas diariamente.

Por eso hay tanto dolor, injusticia, enfermedad, problemas, tristeza y sufrimiento en la vida. Y por eso, nuestra vida terminará en la muerte.

Todo esto es consecuencia de nuestros pecados.

Romanos 3:19, Romanos 8:20-22, Romanos 6:23, Genesis 2:17, Romanos 5:12, 1 Corintios 15:21, Marcos 16:16, Genesis 3:17, Gálatas 3:10, Johannes 1:5.