Las confesiones

El Catecismo de Heidelberg. Este Catecismo fue compuesto en 1563 a petición de Federico III, Príncipe elector del Palatinado, en Alemania, redactado por dos catedráticos de la universidad de Heidelberg, Zacarias Ursino y Gaspar Oleviano. El motivo que llevó a la composición file la gran ignorancia del pueblo, especialmente de la juventud. Además el Príncipe elector quería instruir a las Iglesias para defenderse de la contrarreforma y acabar con las disputas eclesiásticas proporcionándoles buenos conocimientos de las doctrinas de la fe. El Catecismo de Heidelberg se divide en 52 secciones, de forma que su contenido puede ser tratado exactamente en un año, con preferencia en los cultos del domingo por la tarde. Originalmente constaba de 128 preguntas con sus correspondientes respuestas; más tarde se le agregó una nueva pregunta con su correspondiente respuesta, la 80, como reacción a los decretos del Concilio de Trento. La tercera edición de este Catecismo fue traducida al holandés por Pedro Dateno, célebre pastor holandés. En 1568 fue aprobado el Catecismo de Heidelberg como «manual» para las Iglesias de los Países Bajos, lo que fue confirmado por los sínodos posteriores.

La Confesión de las Iglesias Reformadas de los Países Bajos (Confesión Belga) o los 37 artículos. Esta confesión fue compuesta por Guido de Brés, quien se sirvió de la Confesión de las Iglesias de Francia, de 1559 (la llamada Confesión Galicana). En la noche del 1 al 2 de noviembre de 1561 fue arrojado el texto de esta confesión, junto con una carta al Rey Felipe II, encima del muro del Castillo de Tournai. No es seguro si el Rey llegó a leer la carta y la Confesión. Fue escrita en francés y la traducción al holandés tuvo lugar en 1562. La reunión eclesiástica de Wezel (1568) aceptó la Confesión Belga como documento que los pastores tenían que firmar. En los puntos principales todo el confesar cristiano es tratado en su orden, comenzando con la doctrina acerca de Dios y terminando con la escatología. En el famoso Sínodo de Dort (Holanda), en 1618-1619 se fijó el texto como autorizado y se declaró como obligatorio.

Los Cánones de Dort. Las disputas con los Arminianos necesitaron exponer algunos puntos de la fe más extensamente que se hacía en el Catecismo de Heidelberg y en la Confesión Belga. Esto ocurrió en el Sínodo de Dort, justamente famoso (Dort es la ciudad de Dordrecht, en la provincia actual de Holanda del Sur), donde no solamente teólogos holandeses, sino también de otros lugares del extranjero, se dedicaron a estudiar los temas que habían originado serias divergencias. Este Sínodo hizo un número de declaraciones explicando el sentir ortodoxo y, al mismo tiempo, refutando los errores que se habían originado. El tratado de los puntos de la fe se divide en 5 artículos o capítulos, estando unidos los artículos 3 y 4 a causa de su relación mutua. Estos artículos tratan de la manera de la predestinación (condicional o incondicional); el tema de a quienes es útil para salvación la muerte de Cristo; de la depravación total del hombre caído; del carácter irresistible de la gracia de Dios y de la perseverancia de los santos. Por las claras declaraciones del Sínodo de Dort, basadas en la Escritura Santa, se impidió que los errores pelagianos y semipelagianos fueran elevados a doctrina de la Iglesia, rompiendo, de esa forma, la unidad de la Reforma, que es la doctrina de la sola gracia soberana de Dios. Los adversarios del pensamiento bíblico y calvinista siempre han hablado muy acerbamente de esta confesión y no dudaron en dibujar una caricatura del confesar reformado en cuanto a esto. Sin embargo, nada menos cierto. El tratado de estos puntos de la fe no es, en ninguna manera, frío, duro o seco, sino pastoral, práctico y edificante. En el epilogo los pastores son amonestados a hablar siempre acerca de estas elevadas y grandiosas doctrinas de un modo prudente y humilde y, sobre todo, escritural.